martes, 9 de octubre de 2007


En la Sierra Maestra, huellas de fuego marcan un destino difícil de ocultar. Tras el hambre, pan. Tras el odio, amor. Tras la guerra, paz.
Miles de preguntas imposibles de contestar por lo menos desde el paradigma reinante.
Clarividencia en las respuestas de unos pocos que son callados a bastonazos por temor, y aun así su grito es ensordecedor. Porqué el temor de la bestia es petróleo para los motores de la utopía. Es pan para el estomago de cada utópico.

“La revolución es algo que se lleva en el alma, no en la boca para vivir de ella”, lo dijo, casi presagiando. Cuatro décadas de bocas llenas de revolución. Bocas que la mastican como a un chicle, apretando el jugo de su vientre para ascender a los altos rangos del poder y escupirla, devastada, en cualquier cenicero, salpicando la cara del pueblo entre risas de hiena.
Preocupadse por exterminarla, agotando los confines de su fuerza. Porqué bastará el último residuo para eternizar el reciclaje. Que como el ave fénix resurgiendo de las cenizas, de la gota más pequeña y agonizante puede fecundarse el mar más prospero, lleno de vitalidad e insurgencia.

"El capitalismo es el genocida más respetado del mundo", lo dijo, leyendo entre líneas la siempre abstracta realidad. Cuatro décadas de trabajo a destajo por parte de los sastres que cortantejencosen los trajes pintorescos que envuelven al genocida. Pero como los botones siempre saltan, la ingeniería textil anda necesitando una solución mágica (como la alquimia fue para la química) para contestar con mentiras pintorescas las preguntas que, por ambición y negligencia, hoy carecen de respuesta.
Otra vez el rey desnudo va. Y, casi copiando al del cuentito, en su obstinación y ceguera, se cree bajo la defensa de augustos telares imaginarios.
Si de diferencias y semejanzas hablamos, tenemos a los cortesanos cobardes que no se atreven a doblegar a Su Majestad, porqué viven de sus miserias. Pero nos falta esa niña atrevida, que con valencia irreverente, le sacó las mayúsculas a su majestad, mostrándola desnuda, avergonzada e indefensa.
Esa niña en nuestro cuento era hombre y comandante. Murió acá nomás: en el pueblito de La Higuera, hace ya cuarenta años. Hidalgo de la revolución, se despidió un día como hoy, arrojando al aire, su eterno legado libertino.

"Donde quiera que la muerte nos sorprenda, será bien recibida mientras nuestro grito de guerra sea escuchado", lo dijo, y –como pocos- lo cumplió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusto...

La verdad tengo muchas ideas cruzadas, no sobre su persona, de eso me qeuda muy claro...
Las ideas de las qeu hablo qeu se cruzan entre es un heroe,o no tiene qeu ser un heroe, debe usarse como figurita y escudo? para mi no, para mi no tendria qeu ser asi, si tanto lo repitio si tanto lo dijo si tanto lo penso, como yo lo pienso, para Mi y yo creo qeu para Eél tambien, como la procesion, la revolucion va por dentro... qeu quiero decir con esto, para ser revolucionario no hace falta ponerse la boina, y por eso no me gusta qeu se abuse de su imagen, y menos qeu se haga plata con ella, para mi la revolucion no tiene cara, ni vida, tiene corazon y es inmortal. por eso me da rabia pensar en los "hermanos bolivianos" como él los llamaba, que primero lo traicionaron (ya sea entregandolo, como dandole la espalda)´, yo creo qeu de los hermanos el esperaba un poco más, qeu dijera el comandante si supiera qeu su ultimo aposento donde sus ojos siempre abiertos no dejaban de mirar a los qeu lo visitaron y loraron tarde, los qeu luego hicieron de ese aposento un lugar turistico y la higuera, de sus frutos podridos creo jazmines para vender...

bueno mi redaccion no es correcta y ni hablar de mis horrores de ortografia...

Chabooooon te felicito por lo escrito, y por tener un lugar de opinion...

soy dueño de mi silencio y preso de mis palabras...