domingo, 30 de septiembre de 2007

palomas.

35 años y 4 meses atrás en un escondite de la ciudad menos poblada que jamás tuve el placer de conocer, me encontré a un viejo un tanto peculiar.

Él tendría unos 70 años, el pelo gris y barba blanca que le iluminaba la cara, exceptuando esos ojos, un tanto azules, un tanto grises, que parecían haberse desgastado con tanta agua de lluvia que vieron caer. El cuerpo, delgado, se escondía detrás de un sobretodo viejo, negro, jeans avejentados, y un par de zapatos marrones casi sin suela de tanto caminar.
El viejo convertía la caminata rutinaria a las 6 de la tarde en la plaza en un desencadenante de hechos que cambiaría mi perspectiva, tomada no de un modo estético, sino de un punto relativo, variable en cada hecho de la vida, en cada segundo en que uno decide para que lado partir.
El atardecer mostraba esos colores increíbles, que aparecían mientras la luz del sol se fundía en una especie de color violeta - anaranjado, y aún así, lo melancólico se resumía en esa simple plaza y en como los colores del cielo terminaban en lo poco de verde que en el piso divisaba.
Se detuvo en medio de unas cuantas palomas, en el centro de la plaza, y observaba fijo, con detención a una sola.
La paloma yacía inmóvil en el cemento, recostada, con esa dureza que La caracteriza, y con los ojos abiertos, sorprendidos pero ausentes.
Entonces empezó a hablar, entre líneas, con calma, se reconocían destellos de sabiduría:
- “Existe algo en ese momento en que caen. Es difícil encontrar justo el instante preciso, pero lo he visto un par de veces, y es que me gusta observarlas.
Lo fantástico y milagroso no se encuentra en el hecho en si, no es solo la caída libre sin escalas, sino quizás el porque, y es que conviven en el universo una suerte de misterios/secretos, que desconoce el común, pero equilibran el universo.
En esos segundos, si se lo sabe observar, todo se detiene en silencio, ni la caída deja mínima onda sonora. Por unos instantes se funde lo corpóreo para que se complete la transición.
Observé con intención, y hay cierta conexión en cada suceso aislado. Parece que cada ser tiene algo “destinado”.
Si existe un gran creador, he visto yo, que a estos seres maravillosos se les dio dos dones, el primero, la libertad de volar, volar sin rumbo certero, el segundo, el de cuidar del valor más preciado de la humanidad.
La vuelta en espiral esta en el punto en el cual una persona se desprende de lo material, su libertad se vuelve absoluta, y ya no necesita de cuidado. Se vuelve sagrada, trascendental.
Y caen entonces en picada, caída libre, liberándose también, volviendo lo material del universo efímero, volviéndose inmortales”.
El viejo contaba ahora sentado en el piso, mirándola, viéndola, y su rostro era cada vez mas blanco, sus ojos volvían a encontrar su color azul, sorprendidos, pero ausentes. Recostaba su cabeza en el suelo lentamente.
Entendí que había demasiado que el viejo sabía, que el viejo había visto, pero el nunca supo que yo lo oí.
El nunca supo que yo estuve ahí. Aun así, sabía que a mí me hablaba.

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